Era un día común, nos levantamos al amanecer Gandalf y yo, nos preparábamos para dejar la resplandeciente Izengard, capital de la magia, iríamos hacia Karith pues quería visitar a mi familia, hacía muchos años que no la veía, 10 años para ser exacto, y Gandalf por fin me cumpliría ese capricho.
Gandalf llamó a su caballo con un silbido mágico, yo simplemente monte mi caballo el cual estaba sujeto a un tronco. Mi varita como siempre estaba sujeta a un cinturón de cuero en mi cintura del lado izquierdo, en el derecho, estaba envainada mi espada mágica y en mi mano derecha cargaba mi báculo. También portaba en una pequeña mochila los 4 tipos de mana (Death mana, Life mana, Infernal mana, Runestone mana) y 3 libros que robé del templo de Izengard para mi entrenamiento personal.
Sin embargo nos frenó Saruman quien apartó a Gandalf de mi. Era una bella mañana, el solo comenzaba a tocar las copas de los árboles, aquellos rayos y destellos de luz salían entre las nubes que comenzaban a disiparse dejando notar aquel cielo bello y azul, las mariposas comenzaban a volar de árbol en árbol en el bosque que estaba frente a la ciudad y los Ent's, árboles gigantes y parlantes comenzaban a pasear a lo lejos por el bosque mientras una bandada de pájaros abandonaba el bosque con dirección al norte.
Observé mi brújula y simplemente me senté en a un lado de mi caballo, recargandome en el mismo tronco en el que lo amarré.